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El Viaje del Héroe

  • Foto del escritor: Eva Casero
    Eva Casero
  • 11 jul 2018
  • 3 Min. de lectura

Es importante elegir bien a tus compañer@s de viaje. Algunos nos vienen dados desde un principio: son nuestra familia. Con otros coincidimos en determinados ámbitos de nuestras vidas y llegan a nosotros sin más: en el trabajo, en la universidad, en nuestra comunidad de vecinos. Pero hay otros que podemos seleccionar nosotros mismos y es en esa elección donde debemos ser muy, pero que muy cuidadosos.

El largo viaje de la vida: tu particular viaje del héroe, ése en el que tú eres Ulises con mayúsculas (o Penélope, que no menos azaroso fue su periplo interno en la espera _ aunque se colocara en segundo plano por la fuerza de la costumbre; ésa que nosotrAS queremos cambiar) se compone de muchos y diversos tramos. Algunos se recorren durante miles de kilómetros, mientras que otros duran años sin necesidad de dar un solo paso.

En el viaje de mi vida, hubo un tramo que marcó para siempre un antes y un después: el reto de recorrer parte de Sudamérica sin otra compañía que la de mi propia mochila. Fue una aventura increíblemente transformadora que me empoderó como ninguna otra antes. Disfruté, aprendí, sufrí, lloré, reí, compartí tantas, tantas cosas que necesitaría de las páginas de un libro (que todavía queda pendiente) para poder describir siquiera un mínimo de aquella grandiosa experiencia.

De entre todo lo vivido entonces quiero hoy compartir con vosotros una pequeña anécdota, un ascenso tan real como metafórico en mi gran escalada latinoamericana. Todo comienza en Huaraz (Perú), mientras buscaba compañeros de senderismo para llegar a la Laguna 69 (uno de los lugares más hermoso e inspirador que he visitado y que podéis contemplar en la fotografía adjunta). Durante la estación de lluvias, se organizaban pocas excursiones a cualquier destino de que se tratase, resultaba difícil encontrar las personas adecuadas con las que compartir mi ruta y no tuve la paciencia necesaria para ello. Por lo que me conformé con la primera turista que se cruzó en mi camino por miedo a emprender yo sola la escalada. Yo, que me pierdo en las calles de mi propia ciudad y que, aun así, he recorrido medio mundo _ y lo que me queda por recorrer.

Comparo ahora, cuando echo la vista atrás por encima del hombro, aquella vivencia única con otras muchas que hubo antes o vinieron después. Emprender una tarea maravillosa y desafiante; sea una relación, un viaje, la maternidad, un proyecto profesional o cualquier otro proyecto de vida son experiencias que acaban malográndose fácilmente cuando no dedicamos el tiempo necesario a elegir a aquellas personas que la compartirán con nosotros. Nos entran las prisas, el miedo a perder el último tren, el estrés que produce el tic-tac del reloj biológico y, saltándonos la imprescindible fase previa de la reflexión, del sopesar, del valorar los pros y los contras, nos lanzamos sin red al vacío para acabar estrellándonos tras la más penosa de todas las caídas: la de la decepción.

No recuerdo siquiera el nombre de aquella chica alemana que vino conmigo a la Laguna 69 pero, ya tras las primeras horas de ascenso, me di cuenta de que no iba a ser la mejor de las compañías. No nos poníamos de acuerdo en nada, nos irritaba el peso extra que compartíamos y que considerábamos innecesario: a mí sus 2 kg de manzanas (¡sólo íbamos a pasar una noche en la cumbre!); a ella mi hornillo para cocinar pasta que luego comimos con gran desgana. Y no dejaba de pensar en el momento en el que accedí (por sugerencia suya) a emprender la ascensión sin ayuda de un guía con el que podíamos haber compartido carga y emociones.

La verdad es que cuando, finalmente: con los hombros destrozados por el excesivo peso de la mochila, llegamos a la laguna, se nos olvidaron todas las penas y recurrimos a la mejor de nuestras voluntades para mejorar aquella inesperada convivencia. Aquello sólo duró dos días y una noche y de ello no se derivó ninguna consecuencia irreversible. Pero no siempre es la vida tan permisiva y es por ello que necesitamos de toda nuestra prudencia antes de dar un solo paso: Sea donde sea adonde te diriges, tómate tu tiempo antes de echar andar: Elige a conciencia y no te conformes _ por miedo, aburrimiento o impaciencia _ con lo primero que se cruce en tu caminar. Piénsalo bien la próxima vez que emprendas un viaje.

Seguimos caminando…

Laguna 69, Huaraz, Perú (2013)

1 commentaire


teresa.armero
28 juil. 2018

Bonita foto!!!

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